Fue en el transcurso de un paseo por los muelles cuando compré el objeto que iba a cambiar mi vida para siempre: un enorme diente cubierto de raros grabados.
El hombre que me lo vendió pedía por él un precio alto, bajo el pretexto de que no era un vulgar diente de cachalote esculpido, sino «un diente de gigante».
Reseña de la editorial