La mujer de Tomi Ungerer solía decirle que nunca se había hecho adulto del todo. Quizá por eso, por haber mantenido esa inocencia lúdica pero irreverente, entiende y sabe contestar como nadie a las preguntas de las niñas y los niños. Sin condescendencia, ni paternalismo, ni sobreprotección, sus respuestas son destellos filosóficos de pura inteligencia para todas las edades.
Reseña de la editorial